No hay monedas insignificantes

Lectura bíblica: Lucas 15:8-10

Durante la pasada semana la selección nacional de baloncesto de Puerto Rico sufrió una triste derrota frente al seleccionado de México (91-89) en el Premundial. Esta situación motivó a uno de los rotativos del país a realizar un recuento de los momentos donde la selección de baloncesto por poco logra algún objetivo en torneos de envergadura. Quizás para algunos de nosotros estos momentos son significativos, para otros no. Todo dependerá con el lente que miremos las cosas que acontencen. De hecho, la tendencia de todos nosotros será en que si no somos los protagonistas de algún momento, evento o situación procuraremos que tampoco sea significativo para otros. Para lograrlo utilizamos maneras inapropiadas para desacreditar momentos significativos para otros, como por ejemplo, "la mentira".

El texto en cuestión, es uno que nos ofrece una enseñanza muy particular sobre lo importante y significativos que somos para Dios. Sin embargo, para comprender mejor el contexto de este pasaje debemos mirar con detenimiento los versículos 1 y 2 de este capítulo, que dicen: "Se acercaban a Jesús todos los publicanos y pecadores para oírle, y los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: 'Éste a los pecadores recibe, y con ellos come.'" Por un lado, la escena nos refleja a Jesús acercándose a los publicanos (cobradores de impuestos y estafadores) y a los pecadores, y mientras Él ejercía su ministerio público estaban otros, los sabios, murmurando, es decir, los fariseos y escribas. En otras palabras, el efecto del ministerio de Jesús está teniendo un doble impacto, mientras unos se benefician, otros se están dedicando a hablar del que está honrando a Dios con lo que hace, Jesús, el Unigénito. Teniendo esto como contexto, miremos el pesaje.

Una mujer tenía 10 dracmas, de las cuales perdió una. Parecería insignificante lo que le ocurrió a esta mujer si miráramos el relato de la misma manera en la que entendemos el valor que tiene un centavo en nuestra sociedad. Sin embargo, ese centavo es necesario para poder completar un dólar. Es decir, para aquella mujer el dracma significaba mucho por varias razones o interpretaciones. (1) Esa moneda correspondía al salario de un día completo de trabajo. Lo que implicaba esfuerzo y trabajo, posiblemente, de su esposo o hijos, en la sociedad patriarcal neotestamentaria. (2) Hay otros exégetas que aluden que en las bodas judías, el novio le entregaba pertenencias a la novia, que le ayudarían a ella poder sostenerse, económicamente, en caso de la muerte del esposo. Por lo tanto, cabe la posibilidad que el afán de aquella mujer encontrar la moneda era porque tenía un significado sentimental también y de bienestar futuro. Esta doble dimensión de lo que significamos nosotros para Dios es lo que Jesús desea resaltar en esta parábola. Por una parte, el precio que Dios habría de pagar por nuestro rescate, la muerte, y por el otro lado, la búsqueda intensa de Dios hacia sus hijos e hijas, a tal punto, de hacerles su posesión. Mientras Él está enseñando sobre este beneficio del Reino de Dios a los publicanos y pecadores; los fariseos y los escribas están murmurando. Para Jesús, no hay monedas insignificantes, debido a eso y a pesar de los fariseos y escribas, continúa con madurez su ministerio público. No somos monedas insignificantes. Que el Señor nos ayude a comprenderlo. Amén.