¡Regocíjate!

"Pero no os regocijéis de que los espíritus se os sujetan, sino regocijaos de que vuestros nombres están escritos en los cielos." - Lucas 10:20

Durante estas pasadas semanas se ha visto mucho regocijo en la calles de nuestro país, en medio de la temporada de baloncesto. Cuando miramos la experiencia de la Iglesia, en la misma, vivimos como comunidad diversas experiencias de alegría y regocijo. En una ocasión escuche la siguiente historia: "Había una vez un hombre cristiano que siempre tenía una expresión de alabanza en sus labios mientras realizaba sus labores en el trabajo. Un día uno de sus compañeros, que era incrédulo, decide molestarle, así que le dijo: "¿Sabes qué? El hombre le dice: "¿Qué pasó? El compañero le dice: Anoche soñé contigo y en el sueño habías muerto. El hombre se sonríe y comienza a decir: ¡Gloria a Dios! ¡Alabado sea el Señor, que pronto le veré! El incrédulo, se fue molesto del lado de aquel hombre y decidió molestarle al siguiente día, diciéndole: Volví a soñar contigo anoche y en ese sueño, moriste y estabas en el infierno. El hombre cristiano dice a gran voz: ¡Gloria a Dios! ¡Alabado sea el Señor, que lo dicho por mi compañero es un sueño!"

Hablar del gozo en la vivencia de la Iglesia no solo ha sido mal entendido e interpretado, sino que ha sido uno de los barómetros utilizados para determinar el grado de comunión de una persona con el Señor y sobretodo, la manera en que se realiza la misión. El texto que estuvimos considerando el domingo, es uno donde Jesús vuelve a impartir instrucciones sobre lo que sería fundamental en la misión de sus seguidores y discípulos. En dicha ocasión, Jesús envía a 70 seguidores, de dos en dos, para que hacieran misión, con sus debidas advertencias. Además, cada pareja sabía que se le había concedido el poder para obrar de manera poderosa. De hecho, fue en el buen obrar y en la manifestación del poder de Dios a través de ellos que enfocaron toda la conversación de regreso con Jesús. Por tal razón, Jesús les exhorta diciendo que no se regocijen porque los espíritus se les sujeta, sino porque sus nombres están escritos en los cielos. Todo  creyente en Jesús, como Señor y Salvador, debe estár conciente de que todo cuanto hace, sea de palabra o de hecho, es producto de la gratitud del saber que su nombre está escrito en los cielos y para la mayor gloria de Dios. Entonces, ¡Regocíjate! Que así nos permita el Señor vivir. Amén.