La promesa de Dios en la esponja empapada de vinagre

Texto bíblico: Marcos 15:36

Piense por un momento, ¿cuál es su plato de comida favorito? Puede ser que tengas varios platos favoritos o ninguno en específico, lo que es cierto es que no hay manera en que dejemos de disfrutar de los platos de comida que más nos gustan. En el caso del texto que estamos estudiando, Jesús ya está crucificado y sin mediar palabra alguna, una persona que estaba presenciando aquel evento, sale corriendo a buscar algo para darle de beber, para nosotros la promesa de un delicioso manjar. Por lo general, este momento en la cruz, lo hemos visto o interpretado como un acto generoso y de bondad hacia Jesús en medio de su sufrimiento y dolor. Sin embargo, al Jesús recibir una esponja empapada de vinagre y esa esponja estar sujetada a una caña, podemos reflexionar en la promesa de Dios para nosotros allí.

En primer lugar, como mencioné anteriormente, la esponja estaba empapada de vinagre. En el contexto judío y en las sociedades antiguas, la esponja tenía el mismo uso que en nuestros días. Se utilizaba para las personas bañarse o para limpiar. Es decir, su uso común no era para ingerir alguna bebida; por eso, no hace sentido que estuviera empapada de vinagre. En otras palabras, esa persona ha utilizado un utensilio sucio para empaparlo de vinagre. El vinagre era una bebida que comúnmente utilizaba la gente pobre de aquella sociedad. La traducción apropiada para vinagre es "vinagre amargo". Por último, no podemos obviar la caña, que fue el instrumento que se utilizó para sujetar la esponja empapada. Si recordamos, en el momento en el que Jesús inició su ruta hacia el Calvario, fue vestido, coronado y le fue entregada una caña. Todo como una señal de burla sobre su reinado. Ahora en la cruz, la esponja la insertan en una caña. Todo es una señal de burla, que Dios la utiliza como parte de la promesa preparada para su pueblo.

Ese momento culminante en la vida de Jesús, nos lleva a mirar tanto la esponja, la caña y el vinagre como los elementos que mejor podían resaltar lo que acontecía en la cruz. Jesús allí está llevando el peso del pecado (Mc. 15:34) y al mismo tiempo estaba saldando la deuda que tenía el ser humano con Dios (Mc. 15:37). Realidad que hoy nos permite afirmar que en Él tenemos la seguridad de la vida eterna. Damos gracias a Dios por su Hijo. Amén.