martes, 22 de abril de 2014

La promesa de Dios en la oración

Texto bíblico: Mateo 26:36-46

Diariamente nos topamos con experiencias que nos llevan, a como dice el himno "a los pies de Jesucristo", en oración. No pienso, solamente, en los momentos de enfermedades, dificultades y problemas de distinta 
índole; sino en los momentos más alegres y de verdadera armonía. La pregunta sería, cuando oramos, ¿cómo nos acercamos a Dios?

El texto bíblico en consideración nos relata el momento en que Jesús estando acompañado por Pedro, Jacobo y Juan sube al monte Getsemaní para orar. Estos personajes que están con Jesús, en esta instancia, son los mismos que presencian la transfiguración de Jesús según se nos relata en Mt. 17. En aquella primera ocasión, Jesús deseaba enseñarles que en él, se cumplía la Ley y los profetas; y en esta oportunidad, los invita a sentar, a velar y orar, a dormir y descansar y a levantarse y ver lo que habría de suceder (vv. 36, 41, 45-46). Todo esto ocurre mientras Jesús se aparta a orar en tres ocasiones, suplicando al Padre que si era posible, pasara de él aquella copa o trago amargo, pero que al final de todo, se cumpliera Su voluntad como Padre (vv. 39, 42, 44). Los eruditos bíblicos nos señalan que en estos tres momentos de oración hay una invitación a meditar en varias promesas de Dios.

En primer lugar, cuando nos acercamos a Dios en oración, él no tiene expectativas de que nosotros vayamos a corresponderle a la altura de lo que espera de nosotros. Por ello, la invitación a "sentarnos" y a la expectativa (v. 36). Segundo, la oración es un momento intenso de clamor e intimidad con Dios, donde nos sinceramos con él, y al mismo tiempo descansamos en que Su voluntad es buena. En el caso de Jesús, la voluntad del Padre era que completara la carrera que tenía por delante, camino a la cruz del Calvario. Finalmente, si en primera instancia los discípulos fueron invitados a estar sentados, como señal de espera; al final de este relato, son invitados a dormir y descansar. Esto quiere decir, que les está exhortando a la confianza, uno de los dones más profundamente arraigados al acercarnos a Dios en oración. Que el Señor nos ayude a levantarnos y ver como se cumplen sus promesas, cuando acudimos a él en oración. Amén.