Enfrentándonos unos a otros

"Él entonces le dijo: Hijo, tú siempre estás conmigo y todas mis cosas son tuyas. Pero era necesario hacer fiesta y regocijarnos, porque este tu hermano estaba muerto y ha revivido; se había perdido y ha sido hallado." - Lucas 15:31-32

Durante los pasados días, nuestra isla se vistió de galas al recibir hermanos y hermanas de otros países (España, Venezuela y República Dominicana) en el Clásico Mundial de Béisbol. No solamente, hemos sido testigos del ambiente de paz y respeto que se puede vivir en nuestro país, desde el contexto del juego de pelota; sino que hemos presenciado como estos paises se han enfrentado unos con otros, sin consecuencias mayores.

El texto que consideramos, es conocido como la "Parábola del Hijo Pródigo" o "La Parábola del Padre Misericordioso". La escena nos presenta a una familia que, aparentemente, tiene dos hijos solamente. Según nos relata el texto, el hijo menor decide por sí mismo varias cosas. (1) Le pide a su padre lo que le corresponde de la herencia o los bienes. Esta acción desde el contexto judío era un asesinato de la persona a la que se le reclamaban los bienes o la herencia; a tal punto, de no tener expectativas de volverse a relacionar. (2) Se va de la casa. Con este paso, el hijo menor demuestra a su familia (padre y hermano mayor) que tiene intenciones de seguir su vida, sin rendir cuentas. (3) Derrocha los bienes recibidos. Materialmente hablando, había malgastado lo recibido, no ejerció una buena mayordomía de los bienes. Recordemos que esos bienes, no le pertenecían, habían sido propiedad de su Padre. (4) Toca fondo y decide regresar y relacionarse con el Padre. Bajo estas circunstancias, el hijo menor reconoce lo que hizo mal (su pecado) y con temor decide volver a la casa. En ese momento de arrepentimiento, pensó que le diría a su Padre: "He pecado contra el cielo y contra ti, y ya no soy digno de ser llamado tu hijo; hazme como a uno de tus jornaleros" (v. 19).

Sin embargo, cuán grandiosa fue la reacción de su padre. (1) Le entrega la parte de los bienes que le correspondía. (2) No detiene el paso del hijo menor para que se vaya de la casa. (3) No deja que llegue a la casa, sino que "corrió y se echó sobre su cuello y lo besó" (v.20). (4) No le pasó factura de lo que había sucedido con los bienes ni con su vida, simplemente, celebró su encuentro, pudo envidenciar un verdadero arrepentimiento en su hijo. ¡Cuán diferente responde el Padre! Nosotros, cuando nos repensamos bien, con mayor consistencia actuamos ante estas situaciones, como el hermano mayor, nos dan celos, envidia, nos cegamos, nos incomodamos. El Señor nos llama a enfrentarnos unos a otros, teniendo misericordia, como la tuvo el Padre con su hijo menor. Permita Dios que así sea. Amén.