Lo más cercano que ustedes y yo tenemos a la experiencia de un desierto es cuando visitamos Ponce, Guánica y otros pueblos del sur de la isla. Sin embargo, hay momentos y circunstancias de la vida que también las identificamos con la imagen del desierto. Por ejemplo, cuando un ser querido se nos va fuera de las fronteras de la isla, cuando uno de nuestros allegados fallece, cuando los hijos crecen y salen de la casa a continuar una vida independiente, entre otros. Todas estas situaciones hacen que experimentemos un vacío, un desierto.
El texto bíblico que nos compete hoy, es uno
donde podemos identificar a Juan el Bautista (el último profeta), elevando su
voz en el desierto para preparar el camino del Señor y ser el instrumento de
Dios para que las sendas de aquellos que le escuchaban se enderezaran. De
hecho, si algo nos llamó la atención de la exégesis de este pasaje fue el
énfasis que dan los exégetas a la palabra desierto. (1) Podría referirse a una
extensión de tierra de carácter desértico en la zona este de Jerusalén. Es
decir, pudo haber sido que Juan el Bautista estableció su ministerio en un área
en el mismo desierto. Por lo tanto, era un lugar incómodo, inhóspito y donde no
había posibilidades de vida. (2) Podría ser una expresión para resaltar a la
vista del lector lo importante que es para el pueblo judío el desierto y la
forma en que Dios se manifestó a ellos como pueblo (ver libro de Éxodo). (3) Es
una alusión directa al profeta Isaías 40:3 que dice: “Voz que clama en el
desierto; preparad camino a Jehová; enderezad calzada en la soledad a nuestro
Dios.”
Cada una de estas alternativas, nos permiten
a nosotros afirmar que Juan el Bautista levantó una voz en los desiertos de la
gente que le rodeaban, los desiertos de la vida, en los lugares donde otros no
vieron posibilidades. Pero para Dios no hay nada imposible. Juan el Bautista
fue aquel mensajero en el desierto que ayudó a preparar el camino al Rey de
reyes y Señor de señores. Hoy nos corresponde a nosotros hacer las veces de
Juan el Bautista. Los desiertos son diferentes, pero la necesidad espiritual es
la misma. Una vida sin Cristo, es una senda sin rumbo que necesita ser
enderezada. Por eso se necesitan voces que proclamen a Cristo en el desierto.
Amén.