Lectura Bíblica: Juan 1:19-28
Durante la semana, me topé en la internet
con la siguiente ilustración titulada: “Un ciego con luz”. Había una vez, hace
cientos de años, en una ciudad de Oriente, un hombre que una noche caminaba por
las oscuras calles llevando una lámpara de aceite encendida. La ciudad era muy
oscura en las noches sin luna como aquella. En determinado momento, se
encuentra con un amigo. El amigo lo mira y de pronto lo reconoce. Se da cuenta
de que es Pedro, el ciego del pueblo. Entonces, le dice: ¿Qué haces Pedro, tú
ciego, con una lámpara en la mano? Si tú no ves…Entonces, el ciego le responde:
Yo no llevo la lámpara para ver mi camino. Yo conozco la oscuridad de las
calles de memoria. Llevo la luz para que otros encuentren su camino cuando me
vean a mi…” Para algo muy parecido había sido enviado Juan el Bautista. Veamos.
En el texto que nos compete atender hoy, Juan
el Bautista está siendo acechado por la plana mayor de la esfera religiosa de
la sociedad judía. Es decir, por los sacerdotes y levitas que fueron enviados
por los fariseos para que Juan expresara cuál era su identidad. Interesante que
en este pasaje podemos identificar dos frases (Yo no soy, v. 20, 27), donde Juan hace referencia a lo que no es.
En otras palabras, Juan utiliza esta frase para hacer una clara distinción ante
los religiosos de que él no era el Cristo. Sin embargo, en esta porción
bíblica, si se hace referencia al primer “Yo
soy” (v.23) de este evangelio. Aquí Juan utiliza ese “Yo soy la voz de uno
que clama…” para preparar a todos los lectores de que el único que podría iluminar
el camino de la gente sería Jesús, el Hijo de Dios. Demos gracias a Dios porque
en Cristo hemos sido trasladados de la oscuridad al reino de su luz admirable y
porque antes éramos ciegos y ahora vemos. Amén.