lunes, 11 de febrero de 2013

A él oíd

¨Y vinno una voz desde la nube, que decía: ¨Éste es mi hijo amado; a él oíd. Y cuando cesó la voz, Jesús fue hallado solo; y ellos callaron, y por aquellos días no dijeron nada a nadie de lo que habían visto.¨
Lucas 9:35-36

Hoy nos acercamos al Domingo de la Transfiguración, donde afirmamos que sólo Cristo es el único capaz de operar cambios en nuestro ser de manera soberana y perfecta. Sin embargo, quisiera hacer un breve recorrido contextual de los personajes de este pasaje. Suben al monte con Jesús: Pedro, Jacobo y Juan. Estos tres discípulos del Señor, estuvieron presentes en otros momentos de relevancia e importancia del peregrinaje ministerial de Jesús. Ellos estuvieron presente cuando la mujer del flujo de sangre le toco el borde de su manto y fue sanada; ellos presenciaron el milagro que Jesús realizó a la hija de Jairo que estaba muy enferma; ellos estaban entre la audiencia que escuchaba cómo Jesús anunciaba su muerte... Ahora estos mismos tres presencia la transformación del Señor en el monte.

La experiencia que tuvieron que haber vivido los discípulos del Señor en el monte tiene que haber sido muy especial. De manera particular, cuando esa experiencia tuvo como protagonista a Moisés y a Elías, dialogando con Jesús. La importancia que tenían ambos personajes para el pueblo de Israel no puede ser pasada por alto. En primer lugar, Moisés, conocido como el primer profeta, fue aquel siervo escogido por Dios para liberar al pueblo de la esclavitud en Egipto y luego dirigirlos hasta la tierra prometida. Pero, con lo que más el pueblo de Israel y cristiano identifica a Moisés es con la Ley. Responsabilidad que le fuera conferida, luego de haber estado en comunión con el Señor en un monte. Mientras que, Elías es uno de los grandes profetas porque se atrevió a afirmar que solo hay un Dios, ante uno regímenes que promovían el politeísmo. Por lo tanto, estos dos íconos del judaísmo están hablando con Jesús de su muerte.

Sin embargo, Pedro no se pudo contener y medio despierto, le dice al Maestro y se podían quedar disfrutando de ese escena por un tiempo adicional. Entonces, toda la escena cambio y una nube les arropo y causó temor y de la nube salió una voz que dijo: ¨Éste es mi hijo amado, a él oíd¨. Tal cual ocurrió con Jesús en su bautismo donde una voz del cielo dijo: ¨Éste es mi hijo amado, en quien me complazco¨. Ahora, la voz que emana del poder soberano de Dios afirma quien es Jesús. En el bautismo, Él único que Dios puede considerar y decir, en ti me complazco totalmente; y ahora en la transfiguración, que hes presentado como al único al que debemos oír. 

La iglesia en este siglo tiene el reto de ante las múltiples voces que nos rodean y atacan, retornar a la Escritura, la Palabra de Dios y en comunión con él ver lo que nos quiere decir. ¨Pero éstas se han escritos para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en su nombre. (Juan 20:31).¨ El Señor nos ayude a oirle a Él y que otros puedan ser alcanzados por la Palabra que nosotros hemos oído. Así nos ayude Dios.