jueves, 7 de febrero de 2013

¿Se le acabó el perfume?

"Al oír estas cosas, todos en la sinagoga se llenaron de ira; y levantándose, le echaron fuera de la ciudad, y le llevaron hasta la cumbre del monte sonre el cual estaba edificada la ciudad de ellos, para despeñarle. Más él pasó por en medio de ellos, y se fue."
Lucas 4:28-30

Se le acabó el perfume es una frase comúnmente utilizada para referirse a una persona que comienza a realizar algún trabajo y luego se va desinflando poco a poco. Es decir, el desánimo le arropa y le desenfoca. Algunos estudiosos han comprendido que el desánimo se puede atajar si se tiene consciente. 

En primer lugar, la persona desanimada tiene que aprender a escuchar, a observar y a medir sus palabras en todo momento y situación. En otras palabras, tiene que haber un proceso de internalización de la información que se recibe; luego, se corrobora esa información al mirar las conductas del entorno; y cuando ya se tiene un jucio sobre esto, entonces, se deben medir palabras que se pronunciaran. En el caso del texto bíblico que nos atañe hoy, podemos identificar a los congregados en la sinagoga, que inmediatamente después de haberse gozado con las palabras de gracia de Jesús (v.22), ahora está procurando matarle (v.29). Pienso que este primer elemento del cual debemos estar consciente no lo pusieron en práctica y se desanimaron.

Por otro lado, la persona desanimada tiene que aprender a moverse y tomar acciones concretas, para no permanecer en ese estado. En el caso de Jesús, cuando iban a increparle sobre su origen al preguntarle, ¿eres tú hijo de José? (v.22) Jesús no perdió la oportunidad para contestarle con dos refranes muy conocidos: "Médico cúrate a ti mismo" (v.23) y "De cierto os digo, que ningún profeta es acepto en su propia tierra" (v.24). En ambas instancias, Jesús alude a la realidad de su poder, pero que está sujeto a los caprichos de los que le están escuchando en la sinagoga. Además, proyecta con sus palabras la necesidad imperativa de salir de la zona cómoda, para extender el mensaje a los marginados y rechazados.

Finalmente, la persona desanimada tiene que intencionalmente comenzar y culminar temas o situaciones. Para Jesús estaba muy claro cual era su misión, su ministerio. Sin embargo, para aquellos que estaban en la sinagoga era algo que no podían comprender todavía. Por eso, hay una diferencia abismal entre lo que Jesús está proclamando y enseñando versus las expectativas del pueblo con él. Aparentemente, para el pueblo a Jesús se le había acabado el perfume y como acto seguido debían despeñarlo. Ante esa escena, el Maestro no hace más que pasar por medio de ellos e irse. Jesús tenía que poner punto final a su ministerio y en lo que esa hora llegaba había que seguir llevando el mensaje de esperanza y salvación que él traía. Nos ayude el Señor a no caer en el desánimo y continuar proclamando su amor y gracia con otros. Hay muchos perfume que esparcir. Amén.