Hablemos de lo que podemos hacer

Texto bíblico: Mateo 5:33-37

Un día se encontraba Pepito de regreso a la casa y al llegar le entrega un papel a su mamá. Su madre queda asombrada. Pepito le pregunta: "Mamá, ¿estás bien?" La madre le replica: "Si hijo. Es que nunca había leído una nota de la escuela donde dijera que despachaban al estudiante por buena conducta." Pienso que nosotros, todos, conocemos la fama que tienen los chistes o cuentos de Pepito y se nos hace muy dificil comprender que su salida de la escuela haya sido por esa razón. 

Interesantemente, Jesús en esta porción del Sermón del Monte hace una clara alusión a la ética que debían tener al pendiente los discípulos que le estaban escuchando. Es decir, la buena conducta. En los versículos previos a este, Jesús presenta varias temáticas relacionadas a la conducta social y religiosa de la gente. Las menciono: (1) No matarás (v. 21-22), (2) No cometerás adulterio (v. 25-26) y (3) No perjurarás (v. 34-36). Cada uno de estos señalamientos de conducta estaban muy relacionados al Decálogo o los Diez Mandamientos. Recordemos que Jesús no vino para abolir la ley y para darle un nuevo sentido o dimensión a la misma. Eso es precisamente lo que hace. Para él, era necesario, que más allá de observar fielmente la ley, debían observar o cuidarse de los anhelos y deseos del corazón. 

Por eso, no se necesita la violencia para matar a alguien, nuestras propias actitudes y palabras son capaces de hacerlo. Por eso, no se necesita intimar con otra persona en adulterio, solo basta que exista el deseo para fallar a la persona que uno dice que ama. Por eso, no se necesita hacer un juramento, porque sea lo que sea que prometamos estamos incapacitados, por el pecado, de cumplirlo totalmente. ¿Sabe algo? He aquí donde reside la buena noticia. Jesús está preparando a sus discípulos para enfrentar a los maestros de la ley, con quienes debían debatir con conocimiento. Les está exhortando para que estén concientes de que en este mundo vendrán las tentaciones y hay que enfrentarlas. Finalmente, no son necesarios los juramentos, porque al final de cuentas no podremos cumplir fielmente. 

Lo que sí podemos hacer todos los días, con la ayuda de Dios, es enfrentarnos a las situaciones diarias y a las tentaciones de esta vida y decir: Si, cuando sea necesario el Si y No, cuando sea necesario el No. Permítanos el Señor, hablar de lo que si podemos hacer y poner en práctica cada enseñanza recibida. Para que otros vean en nosotros el testimonio de la obra de Dios en nosotros. Que así sea. Amén.