La promesa de Dios en la corona de espinas

Texto: Mateo 27:27-29

¿Alguna vez has sido objeto de burla? ¿Cuál fue la razón? ¿Cómo te sentiste? Sé que las respuestas de cada uno de nosotros serán diversas, pero podemos concluir que no es algo que nos agrada. Hoy día a este tipo de práctica se le conoce como "bullying" o "cyberbullying". La próxima semana incluiremos una nota para definir ambos conceptos.

Hemos iniciado nuestros estudios en las células de oración bajo el tema: "La promesa de Dios..." Nosotros afirmamos que Dios nos permite experimentar cada una de sus promesas día a día. Sin embargo, es nuestro deseo que podamos ver las promesas de Dios en diversos momentos de Jesús, camino al Calvario y en el momento de enfrentar la cruz. Hoy, miraremos la corona de espinas, como parte de la promesa de Dios para nosotros su pueblo.

En primer lugar, la corona era símbolo de realeza y de aquellos que eran atletas exitosos. Esto quiere decir, que los soldados se han estado burlando no sólo de la divinidad de Jesús, al no afirmarle como "Rey", sino que también lo hacen de la carrera ministerial que había realizado entre la gente. Para estos soldados, Jesús había sido la mejor carnada en mucho tiempo, utilizaron todos los poderes que tenían para burlarse y humillarlo. Además de estas acciones, la corona tenía un símbolo adicional, estaba echa de material que se seca y desvanece, no era una corona hecha de material duradero.

Con todo este panorama en manos podemos concluir lo siguiente, la promesa de Dios en la corona de espinas está en que Jesús: (1) vino a establecer y compartir un reino que no era de este mundo (Jn. 18:36); (2) experimentó un ministerio lleno de frutos y, sobretodo, donde proclamó la buena nueva (Lc. 4:18-19); y (3) nos lleva a meditar en la brevedad de la vida. Nosotros, hoy, disfrutamos de las verdades de esta promesa y al igual que el centurión, posiblemente uno de los soldados que lo humilló, podemos afirmar: "Verdaderamente éste era el Hijo de Dios" (Mt. 27:54-56). Sigamos meditando en sus promesas. Amén.