El tiempo de Dios


Anc. Ana Inés (Nanín) Braulio Flores

            Seleccionar aspectos de nuestra propia vida que dejen marcas, es asunto complicado. Muchas corrientes convergen y es difícil determinar cual es más importante. Una mirada retrospectiva, sin embargo, nos señala que el detalle mas significativo es el tiempo de Dios, que contesta el cuándo, el qué, el quién, y el por qué.

            Ana Flores Lorenzo fue mi madre, maestra por profesión, José Braulio Pérez, mi padre, oficinista. Tengo 3 hermanos: José Hiram, Jaime y Raquel Marina. Yo soy la mayor. Mi padre murió cuando yo tenía seis años. Esto significó que ahora mi madre tenía que enfrentar el reto de criarnos en condiciones económicas muy apretadas. Como Jacob, luchó y prevaleció. Fue el ejemplo de su vida el factor más influyente en mi desarrollo como mujer. En ella vi determinación, integridad, conciencia moral y social. A pesar de no ser parte de una comunidad religiosa, siempre estuvo dispuesta a ayudar a otras y otros. Trabajó para que la mujer puertorriqueña ejerciera su voto y apoyó la actividad democrática eleccionaria.

            En el tiempo de Dios, aunque nací en el 1920 en Ponce, P.R., de donde era originario mi padre, la familia se mudó a Mayagüez, P.R., cinco años más tarde. Asistí al Kindergarten de la Marina Neighborhood House (MNH), de la Iglesia Presbiteriana, EUA. Al lado de la MNH existía la Iglesia Presbiteriana en la Marina. Aunque eran dos instituciones apartes, la vecindad las veía como una sola. Así participamos en la escuela bíblica, en los dramas de Navidad; cantamos, recitamos poesías, estudiamos en la biblioteca y jugamos baloncesto.

            Cuando llega la adolescencia, me convertí en desertora escolar dominical. En el tiempo de Dios, después de graduada de escuela superior, me integré a la sociedad de jóvenes de la iglesia. Un suave empujoncito de una misionera puertorriqueña de la MNH me ayudó a entrar al santuario. Y me quedé. En mi primera participación entre los jóvenes, utilicé para la exhortación el himno "No te dé temor hablar por Cristo", y lo hice como si supiera lo que estaba diciendo.

            Después de trabajar como taquígrafa/estenógrafa por seis años, ingresé a la universidad por el ánimo que me impartió otra misionera, esta vez norteamericana, de la MNH. Empecé creyendo que iba a ser maestra de escuela secundaria, pero terminé especializándome en música e inglés en el antiguo Instituto Politécnico hoy Universidad Interamericana.

            En el tiempo de Dios, conocí a Jean y Stan Harbison, quienes iniciaron en enero de 1946 la dirección del Proyecto de Servicio Cristiano El Guacio, en un campo de San Sebastián, P.R. El proyecto estaba constituido por jóvenes mayormente norteamericanos que invertían dos años de servicio voluntario en esta olvidada área rural. No había servicios educativos, ni médicos, ni industriales. Por mi participación en el Movimiento Estudiantil Cristiano (MEC), el cual ayudé a organizar estando en la universidad, habia surgido en mí una inquietud de cómo expresar mi fe en términos concretos. Me pareció que Guacio ofrecía esa oportunidad. Intenté unirme al proyecto al comienzo, pero Dios quiso que esperara. "¿Por qué, Señor, si estoy lista?" Pero tuve que esperar. Dejé la universidad y me uní al proyecto en enero de 1947. Ahora no tenía que hablar de amar al prójimo, ahora podía demostrarlo. Mis acciones proclamarían que yo era cristiana. ¡Qué ingenua! Serví dos años en Guacio, siendo la primera puertorriqueña en hacerlo. El vivir ese internado de convivencia cristiana con jóvenes norteamericanos le añadió dimensión a la experiencia. Me inicié en tareas para las cuales la escuela dominical no me preparó. Tomé turnos cocinando y sobrevivió el grupo. Ayudé llenando las planillas de los pacientes que venían a la clínica de salud recién comenzada. Dirigí un Club 4H, yo que no sabía distinguir entre el repollo y la lechuga. Eduqué a las mujeres del barrio en los principios del esfuerzo cooperativo, aprendiendo de los folletos que distribuía la Estación Experimental. Bajo mi dirección, iniciamos la cooperativa de bordado, yo que la nota más baja la recibí en octavo grado en costura. Llevé la contabilidad del proyecto Guacio para lo cual esta (sic) muy bien capacitada.

             Regresé a la universidad con un poco mas de sabiduría: la fe se demuestra con la acción, pero es necesario también expresarla verbalmente. Ni la acción ni la predicación son suficientes de por sí. Y llegó el momento de la decisión profesional. Por mi participación en el MEC, decidí ir al único seminario teológico que preparaba para trabajar en el campo universitario. Jean Harbison me ayudó a explorar esta posibilidad. Terminada la universidad, trabajé en la Marina Neighborhood House un año, habiendo ya sido aceptada en el seminario. "¿Vas a estudiar en un seminario como un hombre?", me comentó un pastor.

             Terminé mi grado en teología en el 1953, tres años antes de que la Iglesia Presbiteriana aprobara la ordenación al Ministerio de la Palabra y los Sacramentos de las mujeres. Me uní a la Facultad de la Universidad Interamericana primero dirigiendo un Programa de Servicio Estudiantil a la Comunidad y enseñando cursos de religión. Más tarde proseguí otros estudios y ocupé posiciones administrativas. Interrumpí mi servicio en la Interamericana para trabajar en la División Femenil de la Iglesia Presbiteriana en Nueva York de 1964 a 1966, siendo la primera hispana en hacerlo.

             Muchas personas me han instado a ordenarme para ser pastora, pero no siento vocación pastoral, honrosa como es, más bien me veo como una educadora. En el tiempo de Dios he podido servir en variadas posiciones en la universidad y en la iglesia a todos los niveles. Ordenada como anciana, he podido podido participar en múltiples posiciones y eventos y compartir en la paridad del ministerio de presbíteros y presbíteras. Entre ellas se encuentra participación con mujeres en varios países latinoamericanos. Me retiré de la universidad y trabajé seis años como Ejecutiva del Sínodo Presbiteriano de Puerto Rico. Me casé con el Rvdo. Samuel Corchado, quien me ofreció todo su apoyo. Al terminar, me jubilé para seguir activa en forma voluntaria en varias formas en la iglesia especialmente con las mujeres presbiterianas.


Preparación Académica:
Universidad Interamericana de P.R., B.A. Música e Inglés
Yale Divinity School, M. Div.
Chicago University, M.A. Ciencias Sociales
Indiana University, Ed. D. Educación de Adultos 


La Anc. Dra. Ana Inés Braulio Flores, Vda.del Rvdo. Samuel Corchado, M.D., pasó a morar con el Señor, en el tiempo de Dios, el 13 de octubre de 2014 en la ciudad de Orlando, Florida. Los servicios memoriales en Puerto Rico se celebraron en nuestra Iglesia Presbiteriana (U.S.A.) en Caparra Terrace el día viernes 31 de octubre de 2014 y en la Primera Iglesia Presbiteriana (U.S.A.) en San Germán el día 1ro de noviembre de 2014. Este texto tan significativo, El tiempo de Dios, fue escrito por ella misma y se ha reproducido aquí tal como se distribuyó en el programa impreso del servicio memorial. La Iglesia Presbiteriana en Caparra Terrace extiende sus condolencias a las Familias Braulio, Corchado y Gavaldá ante la pérdida de nuestra amada Nanín y ofrecemos gracias a Dios por el tiempo que le permitió a esta ejemplar hermana estar con nosotros.