Dados a grandes acontecimientos

Resumen basado en el sermón predicado por nuestro Pastor, Rvdo. Adolfo Santana Cordero el domingo, 11 de enero de 2015.

Texto bíblico: Marcos 1:9-11

     La vida nos trae acontecimientos. Algunos de ellos son de nuestro agrado y otros no, algunos producen alegrías profundas y otros tristezas extremas, algunos nos mueven a ejecutar cambios sustanciales en la manera de hacer las cosas y otros nos inmovilizan y hacen que se retroceda. Lo que no dudamos es que nuestra vida ha quedado marcada por acontecimientos grandes. Por ejemplo, la celebración de una boda, el nacimiento de un hijo o una hija, la graduación del kindergarten, escuela superior o universidad, entre otros grandes momentos que nos toca vivir. Ahora bien, la pregunta que nos debemos hacer es, ¿qué momento en nuestra comunión con Dios podemos identificar como un gran acontecimiento?

      El texto bíblico que nos compete discutir esta relacionado al momento en el que Jesús se somete al rito del bautismo en manos de Juan el Bautista. Digo se somete, porque el Hijo de Dios no veía tenía por qué hacerlo. De hecho, si el bautismo de Juan era para el arrepentimiento, ¿Jesús tendría algo de lo cual arrepentirse? La respuesta es NO. Así que, estableciendo esto como eje central del acontecimiento del bautismo, lo grande del momento reside en el mensaje que queda para sus futuros discípulos y seguidores. Era necesario que Él se sometiera al rito bautismal para ocupar nuestro lugar. Luego, todos aquellos que hemos sido bautizados en su nombre disfrutamos de haber sido sellados con un gran acontecimiento en nuestras vidas.

      Amados hermanos, la experiencia de la vida cristiana tiene su inicio en el bautismo del Señor en nosotros. Aquel que tomando nuestro lugar conduce nuestras vidas, a través del Espíritu Santo, al arrepentimiento y nos separa completamente para Él. A tal punto que no hay nada que nos pueda separa de su amor. Pidámosle, que esta verdad venga a ser en nuestras vidas un GRAN ACONTECIMIENTO para que le reciproquemos a Él con todo nuestro corazón, con toda nuestra mente, con toda el alma y con todas nuestras fuerzas. Amén.