Sólo el poder de Dios,
puede cambiar tu ser.
La prueba yo te doy,
Él me ha cambiado a mí.
¿No ves que soy feliz,
sirviendo a mi Señor?
//Nueva criatura soy,
nueva soy.//
Al mirar la historia del
leproso sanado por Jesús, resuena a nuestros oídos este hermoso cántico. La
pregunta que nos hacemos es, ¿habrá algo imposible para Dios? Este relato nos
presenta a uno de los muchos personajes, anónimos, con los que Jesús
interviene. Este hombre tenía la enfermedad de la lepra. Dicha dolencia era
suficiente para experimentar el rechazo de los demás y ser identificado como
una no-persona. Además, una persona con lepra, si tenía que moverse
públicamente debía anunciarlo y gritar: “¡INMUNDO! ¡INMUNDO!” Me parece que la
vida de un leproso era terrible.
Sin embargo, es bajo esa
circunstancia que Jesús deseaba hacer ministerio y brindar una enseñanza a todo
aquel que le seguía. Así que, ante el reclamo de aquel hombre con lepra que se
postró ante el Hijo de Dios, y le solicita a Jesús que le limpie, Jesús,
sencillamente, corresponde a su reclamo y lo limpia. Lo poderoso es que lo hace
porque Él quiere.
Afirmar
que le servimos a un Dios Todopoderoso, es confesar que en Él hallamos “al todo
en todo”. Es decir, aquel leproso se acercó a Jesús con el deseo de ser y
quedar limpio, pero eso sería posible, sólo si Jesús quería. Amado hermano y
hermana, todos pasamos por momentos difíciles y de necesidad, es tiempo
propicio para acudir delante de la presencia del Señor, humillarnos ante sus
pies y pedirle que obre en medio nuestro. Lo grandioso de todo esto es que Dios
es TODOPODEROSO, para Él no hay nada imposible. ¡Bendito sea el nombre del
Señor por siempre!