Una estrella en los cielos
resplandecía vigorosamente
y dirigía desde muy lejos
a los sabios de Oriente.
Sin esperar otra señal
y de diferentes lugares,
llevaron consigo presentes
sin saber del don celestial.
Otros llegaron a conocer
que los sabios se acercaban
e intentaron comprender
que ruta era la que andaban.
Sin extraviarse llegaron
siguiendo el astro celestial
a la ciudad donde en un portal
les aguardaba el divino don.
Al llegar a Belén notaron
que el momento era especial
y sus presentes dejaron
al que vino del seno virginal.
Oro, incienso y mirra
ofrecieron al Niño Dios
que tal humano en tierra
se rindieron los sabios.